sábado, 15 de marzo de 2008

Yo no fuí: suicidio colectivo

Un día como cualquiera, el almacenero me para y me dice: loco bajate la película “Memoria del saqueo” del director Fernando “Pino” Solanas, “porque es una película que deberíamos guardar para nuestros nietos”. A propósito, el filme en cuestión relata la historia argentina política/económica/social de finales de los ’90 que desembocaría en la crisis de finales del 2001, recopilando de manera muy prolija y detallada todos los sucesos que coadyuvaron a ese fatídico proceso, muchos de los cuales me di cuenta que había prácticamente olvidado. Este olvido me llevó a pensar una vez más como funciona el esquema de poder en la Argentina.

La verdad es que las explicaciones que arroja Pino Solanas sobre el malestar de los últimos años en nuestro país suenan razonables pero no dejan de ser cuestionables, simplistas y superficiales; me dejan ese sabor de que siempre le echamos la culpa a los mismos – llamativamente, son siempre otros y nunca nosotros mismos-: el poder al servicio de los capitales extranjeros, los bancos en complicidad con el Estado, la corrupción, la justicia al servicio del poder, partidos que traicionan sus ideas históricas, etc. En este esquema el tan mentado “pueblo argentino” – que a esta altura no se que es, ni a que o a quienes incluye- no es más que una víctima de los clásicos protagonistas del mal, que resiste “heroicamente” a los vejámenes de sus lideres traidores.

Que la traición y el cinismo es intrínseca a la política eso no es novedad: la humanidad sucumbe ante la posibilidad de sacar provecho de una mísera cuota de poder, de suerte, que aquellos que gobiernan no tienen compromiso con el bien común. Pero agotar el análisis en el binomio “clase dirigente”, corrupta, espuria, mezquina y traidora versus “sociedad”, inocente, pura y honesta, me parece una muestra más de esa argentinidad que no se hace cargo ni siquiera de ser argentino y que busca la explicación más fácil, la que deja dormir bien solo una noche, que puede dar pie a una película pero que no deja de ser una argumentación irreflexiva que busca eludir lo que más duele, lo que pesa más allá de lo que describen los hechos, lo que diferencia a la infancia de la madurez: la responsabilidad. Despertemos: la clase dirigente es parte de la sociedad.

El hecho es que nuestro país, quien predica descontento frente a su desdicha, no tiene apropiación de su existencia, ni subjetividad, ni responsabilidad. Paradójicamente desde 1983, ya instalada la democracia con aires indiscutibles de estabilidad, parecería que prosperara aún la dictadura de la no reflexión, en donde hacemos caer la culpa de todo lo que nos aqueja en el otro. Y esa es la peor violencia: negar nuestra propia subjetividad afirmando al otro solo para endilgarle culpas que son nuestras; eludir la propia responsabilidad buscando siempre culpables. Conceptos como la “herencia recibida” del que suelen hablar los gobernantes al analizar sus gestiones, los “villeros delincuentes” para encontrar a responsables de la violencia social, los “políticos corruptos” si de digitar a los perversos de la sociedad se trata, o los “organismos financieros internacionales” a la hora de atribuir culpas fuera del país, son una clara muestra de la impersonal y autodestructiva respuesta que los argentinos damos a los avatares que nos presenta cotidianamente nuestro porvenir.

Después de todo, tenemos en mayor o en menor medida la posibilidad de tomar desiciones y si cada cual no se hace cargo de las que toma - no sólo los dirigentes-, estaremos siempre postergando nuestro crecimiento como país, ello sin importar cuan trágico sea el dolor de las experiencias pasadas.

2 comentarios:

Ally dijo...

Escribí una argumentación re larga y se me borró. Estaría buenisimo que dejes participar a los anónimos, sobre todo a los alcohilicos. De verdad, así es un quilombo!

Ally dijo...

Te felicito por tu blog, está bueno. pegá fotitos y cosas más personales.